Hank Rooster nació el 14 de octubre de 1870 en una pequeña granja cerca de Jefferson City, Misuri. Su padre, el Capitán William Rooster, era un veterano de la Guerra de Secesión, conocido por su firmeza en el campo de batalla y su estricto código de disciplina. Su madre, Clara, era una mujer amable pero severa, que crió a Hank y a sus dos hermanas con valores de respeto, sacrificio y obediencia. Desde temprana edad, Hank estuvo rodeado por relatos de honor militar y un profundo sentido de responsabilidad hacia su país.
A los 10 años, Hank comenzó a mostrar una inclinación por la vida militar. Su padre le enseñó los fundamentos de la disciplina: levantarse al amanecer, practicar puntería con un viejo fusil de la guerra y comprender la importancia de trabajar en equipo. Estas lecciones se volvieron parte integral de su juventud y forjaron el carácter que más tarde lo definiría.
Aunque su infancia estuvo marcada por un ambiente rígido, Hank también desarrolló una profunda admiración por los paisajes de Misuri, explorando los bosques y ríos cercanos. Este amor por la naturaleza sería un refugio en su vida adulta, especialmente durante los momentos más tensos de su carrera militar.
A los 18 años, Hank se alistó en el ejército de Misuri, siguiendo los pasos de su padre. Desde el principio, se destacó por su capacidad para liderar y su habilidad para mantener la calma en situaciones de presión. Fue asignado a una unidad de infantería que patrullaba las fronteras estatales, asegurando el orden en zonas rurales donde la ley era más un concepto que una realidad.
En sus primeros años de servicio, Hank participó en numerosas operaciones para contener disturbios y proteger convoyes comerciales de bandidos. Su carácter tranquilo pero decidido le ganó el respeto de sus superiores y camaradas. Fue durante esta etapa que comenzó a desarrollar un estilo de liderazgo que equilibraba la autoridad con la comprensión.
Una de las experiencias más significativas de este periodo ocurrió en 1891, cuando lideró a su escuadrón en la defensa de un pueblo fronterizo amenazado por una pandilla de forajidos. Hank, con apenas 21 años, demostró una valentía excepcional al negociar un enfrentamiento sin derramamiento de sangre. Este evento consolidó su reputación como un líder capaz de tomar decisiones firmes y justas.
En 1895, a la edad de 25 años, Hank dejó el ejército de Misuri y aceptó un puesto en la comisaría de Little Rock, Arkansas. Gracias a su experiencia militar, ingresó directamente como Oficial III, un rango que le permitió supervisar operaciones importantes desde el principio. La comisaría de Little Rock estaba ubicada en una región clave, con problemas frecuentes relacionados con contrabando, pandillas y disputas territoriales entre terratenientes.
Fue en esta comisaría donde Hank conoció a Leary Duncan, un joven Oficial I cuatro años menor que él. Leary, con apenas 21 años, era conocido por su entusiasmo y su valentía, aunque a veces su impulsividad lo metía en problemas. Desde el principio, Hank vio en Leary un gran potencial, y con el tiempo, desarrollaron una fuerte camaradería. Aunque sus personalidades contrastaban —Hank era metódico y reflexivo, mientras que Leary era audaz e impulsivo—, su asociación se basó en el respeto mutuo y en su compromiso compartido con la justicia.
Durante los siguientes cuatro años, Hank y Leary formaron un equipo formidable. En 1896, enfrentaron uno de sus mayores desafíos cuando desmantelaron una operación de contrabando que financiaba actividades criminales en toda la región. Este caso puso a prueba su ingenio y su resistencia, pues tuvieron que infiltrarse en los círculos criminales locales para reunir pruebas. En 1898, Hank lideró con éxito una operación para sofocar un enfrentamiento armado entre dos facciones rivales de terratenientes, evitando un derramamiento de sangre significativo.
Gracias a su dedicación y liderazgo, Hank fue ascendido al puesto de Subcomisario en 1898, convirtiéndose en el segundo al mando en Little Rock. Este ascenso no solo reflejaba su habilidad para mantener el orden en situaciones complicadas, sino también la confianza que sus superiores y la comunidad depositaban en él.
En 1899, a los 29 años, el General de División Richard Cavanaugh, quien había seguido de cerca el progreso de Hank desde sus días en el ejército, le presentó una propuesta inesperada. El puesto de Comisario de Blackwater estaba vacante tras la dimisión de su anterior ocupante, y Cavanaugh consideraba que Hank era el hombre ideal para el trabajo. La ciudad, en pleno auge por el comercio y las inversiones industriales, necesitaba a alguien firme pero justo, capaz de lidiar con el crecimiento descontrolado y los conflictos entre las diferentes facciones.
Al principio, Hank se mostró reacio. Sentía que su experiencia en Little Rock, aunque valiosa, no necesariamente lo preparaba para manejar una ciudad del tamaño y la complejidad de Blackwater. Sin embargo, Cavanaugh y otros oficiales superiores argumentaron que su capacidad de liderazgo y su reputación como mediador eran precisamente lo que la ciudad necesitaba.
Finalmente, Hank aceptó y se ofreció para el puesto, pero con una condición: Leary Duncan debía unirse a él como su segundo al mando, ocupando el puesto de Sargento de facto. Hank sabía que podría confiar en Leary no solo como amigo, sino también como un aliado competente en el cumplimiento de la ley. Asi tras una votación del consejo de la ciudad, salió electo.
Con esta decisión, Hank Rooster dejó la comisaría de Little Rock y se trasladó a Blackwater, comenzando una nueva etapa en su vida como Comisario de Policía, preparado para enfrentar los desafíos que traería su nuevo cargo.
